Desde que somos pequeños las palabras “yo no fui” están en nuestro
vocabulario. Dos hermanos se pelean y lo más común es oír:
el empezó... yo no fui. Un adorno que se cayó: no fue mi
culpa... es como si la culpa estuviera desde siempre instalada en
nuestro adn, en nuestra cultura.
Es así, no le echaremos la “culpa” a
nada.
Lo que sí podemos hacer es deshacernos de este sentimiento infantil que en
ocasiones sale a flote. Discernir y asumir nuestra responsabilidad en cada
asunto nos hace adultos.
La culpa es un sentimiento infantil “solo
los niños sienten culpa, tienen miedo de dejar de pertenecer, de que los
rechacen por lo que han hecho, solo ven su miedo y creen que haciéndose daño su
víctima no los castigará”*
* Bert Hellinger