Recuperar al niño libre
Ir al pasado para sanar el presente. No nos
imaginamos hasta que nos atrevemos a entrar en el dolor y darnos cuenta que se
fue quedando sin notarlo, y que vivimos desde ese dolor. Ir al
pasado significa encontrarnos con nuestro niño interior y comprender como lo
que en un momento nos sirvió para seguir adelante, no nos sirve más; todo lo
contrario, nos limita.
Cuando somos niños vamos asumiendo una posición existencial
que nos ayuda a vivir. Luego ese niño herido, va caminando en la vida
como puede; y a partir de ese primer dolor, lo va repitiendo, como en una
profecía. El inconsciente se las arregla para repetir las situaciones de
ineptitud, de soledad, de frustración, de tristeza, de cólera o de distintos
disfraces…
El objetivo es encontrar y restablecer la relación con el
niño que ríe, que confía, que vive con asombro de la vida, encontrándose con cada
nueva experiencia con entusiasmo, con asombro. El trabajo se trata de abrazar y proteger desde el adulto a ese
niño que se defendió como pudo y nos ayudó a crecer para poder recuperar a ese otro niño libre y alegre.
Es un proceso, toma tiempo encontrar los rincones dónde
están esas partes nuestras que se quedaron sin solucionar, o que interpretaron
la realidad como pudieron y que son las que reclaman.
Hellinger dice "es siempre el niño herido el que
reclama" "todo reclamo es un reclamo a los
padres" por algo que nos faltó cuando niños, real o aparente,
cuando no teníamos la comprensión para saber que los padres dan lo que pueden, y buscamos
completarlo en el presente, reclamándole a alguien y a la vida en general.
Nuestros patrones de comportamiento, expectativas, creencias,
las asumimos antes de los cinco años. Y crecemos con ellas como verdades que
vamos repitiendo, a no ser que las revisemos y decidamos cambiarlas. Traerlas
a la conciencia es el primer paso. Es un encuentro con uno mismo, donde se van
revelando aspectos ocultos insospechados que al abrazarlos nos da una nueva dimensión
de vida.
Se parte del asentimiento a todo tal como fue, decir “así fue,
y fue suficiente.” Ver que es posible tomar nuevas decisiones a pesar
de lo que sucedió. Y desde el presente revisar estas creencias y decisiones, es
así como cambiamos la historia que nos hemos contado; comprendiendo que
nuestros padres hicieron lo que pudieron. Mirarlos con agradecimiento por
la vida. Esta actitud nos ubica en nuestro lugar y nos devuelve toda nuestra
fuerza para la vida.