Las
Constelaciones familiares nos permiten desplegar la información sistémica de
nuestro linaje a disposicóon y en concordancia con los órdenes del amor para
poder resolver conflictos y encontrar qué nos detiene en los diferentes ámbitos
de la vida. Encontrar qué nos dejaron
nuestros anteriores sin resolver por distintas razones y qué vivimos por
lealtad inconsciente al sistema familiar.
Los
movimientos en la sesión de constelaciones se despliegan a al servicio del
consultante para que pueda salvar
aquellos obstáculos que detuvieron a sus ancestros con los que está conectado. Los movimientos que suceden no tienen explicación racional, sin
embargo, el consultante los reconoce porque su alma lo sabe. La información aparece porque existe para el
que la quiera ver. Rupert Sheldrake, biólogo británico que estudia los campos
mórficos lo explica así. Son los campos
morfogenéticos. Explicado sencillamente
sería: heredamos una forma de hacer, de vivir.
Los
órdenes del amor: estas leyes vienen
desde concepción de la humanidad.
Cuando recibimos la vida, además recibimos la información del alma que
hay en ese sistema familiar que
compartimos con padres, abuelos, ancestros,
todo lo bueno y también aquello que no queremos reconocer. Al recibir la
vida recibo todo. Solo a través de mi crecimiento
transformador puedo transformar aquello
que no me gusta, no puedo rechazarlo ni excluirlo. Cuando rechazo algo en mi sistema, eso es lo
que resuena en mí, lo que más tengo. Es
una paradoja. Cuanto menos me gusta,
más tengo que amarlo para transmutarlo y trascender: si no, me quedo conectado con aquello que no quiero
tener y que tengo.
Es
por esto que las constelaciones familiares son además de una terapia, una
filosofía de vida que exige de nosotros un cambio de paradigmas pues la base
del cambio es decirle si a todo tal cual es, sin juzgar que esto o aquello
debió ser de tal o cual manera. No se
trata de resignación sino de asentimiento, estar en armonía con la vida tal
cual es y de ahí tomar las decisiones para avanzar hacia las metas.
Tomar
a la madre, tomar al padre
Tomar
la vida que nos dieron sin reclamos, sólo con agradecimiento y responsabilidad
por la propia vida. Sólo vamos a ser
personas realizadas y estar en paz
cuando tomemos a los padres con todo, como son, soltando la idea que pudieron
ser mejores. Considerando además que son
los mejores el uno para el otro, como pareja, anteriores a nosotros, más
grandes. Esto supone un proceso
interior de transformación, de ponernos en nuestro lugar de hijo sin
cuestionamiento hacia los padres. “En los asuntos de papá y mamá yo no tengo
nada que ver.”