FANTASÍAS CATASTRÓFICAS
Es cierto que podemos tener miedo, angustia, cólera ante algo que sucede fuera de nosotros, en el contexto que no podemos controlar; sin embargo, lo que hará la diferencia será la actitud que tengamos ante los hechos. No propongo negar la realidad, tal vez empezar por darnos cuenta que hay un 50% de posibilidad que mi pensamiento terrible esté equivocado.
Hace un año y medio que estamos en una coyuntura angustiante de permanente amenaza, además del recorte de nuestra libertad de acción, de movimiento y no es que nos hemos acostumbrado a ello. Se suma a la pandemia la situación política, la incertidumbre del no saber, del no confiar en nadie.
Con los descubrimientos de la neurociencia se sabe que
construimos las emociones en base la interpretación del cerebro en proporción
de dos variables: energía y placer. Yo digo
que lo que tengo es miedo según mis pensamientos. Lo mismo si es tristeza. Hay una situación y lo que piense de ella es
lo que me pone triste.
¿Qué puedo hacer?:
Preguntarme qué estoy pensando en el momento. Lo que pienso, aumentará o disminuirá mi
angustia, mi miedo. Lo primero que
sobrevendrá será el relato de lo que sucede, que no es lo que pensamos al
respecto. Si repetimos los pensamientos catastróficos
uno tras otro entraremos en un círculo vicioso muy dañino. Cambiarlos requiere una decisión de
voluntad, una voluntad de cambio. Lo que
es simple pero no fácil. Si se tiene el
hábito de pensar lo peor en aras de ser realista es difícil estar abierto a
nuevas posibilidades. Se requiere la constante observación de los
propios pensamientos para decidir a cuáles les damos cabida y a cuáles no.
Otra práctica buena es escribirlos, te darás cuenta que son muy pocos solo que se
repiten, así es más fácil decidir por cuales
los cambias.
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