Lealtad en la desdicha, deslealtad dichosa.
Muchas veces tenemos lealtades invisibles a nuestros padres, abuelos e incluso a ancestros que ni siquiera conocemos. En otros tiempos la vida era muy dura, nuestros ancestros han sufrido guerras, inmigraciones y pueden haber pasado por estafas, asesinatos, pleitos, desamor, carencias de todo tipo y esta lealtad al sufrimiento, a las carencias o al fracaso nos lleva a decir inconscientemente “yo como tú no triunfo”.
“yo como tu
no accedo a la prosperidad”.
“Si tu no
fuiste feliz yo tampoco merezco serlo”.
A veces también estas lealtades se crean sólo a partir de frases que oímos en la niñez:
“la vida es dura,”
“hay que desconfiar de todos.”
“todos los hombres son malos”
El primer
paso para el cambio es darnos cuenta de comportamientos repetitivos y decidir cambiarlos
conscientemente, uno por uno con constancia, esto nos da culpa porque estamos
siendo desleales. Esa culpa hay que
atravesarla
y así lograr ser
dichosamente desleales. Esta deslealtad nos
abre caminos y hace bien a todo el sistema familiar, libera a los hijos de
cargas y mandatos antiguos. Rompe
cadenas y da paz.
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