Meditar, meditar, meditar
Se trata solo de prestar atención a la
respiración, sin pretender dejar de pensar, más bien dejar que pasen los
pensamientos y volver a la respiración.
Nazareth Castellanos en su libro “El
puente donde se posan las mariposas”, nos explica como al prestarle
atención a la respiración la actividad neuronal es superior a cuando dirigimos
la atención a cualquier estímulo del exterior. Al hacerlo se fortalece un
área cerebral llamada la certeza cingulada, su parte anterior que está más
cerca de la frente y esta región está involucrada en la gestión del estado de
ánimo. Además se produce un crecimiento de las conexiones neuronales y se
organizan de forma óptima las redes cerebrales.
Diversos estudios, entre ellos de la
universidad de Masachusetts se ha comprobado que con ocho semanas de práctica
diaria puede cambiar el cerebro. en las regiones cerebrales relacionadas con la
memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo
considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro
bienestar y nuestra salud.
Si, digamos que “está de moda” meditar y
eso es bueno. Nos ayuda en todo sentido, más allá de si lo creemos o no. Es
cuestión de probar. Empezar con 11 minutos, media hora es mejor, apenas
despertamos (o en algún momento tranquilo del día) Estaremos con más
energía todo el día, podremos estar atentos a las emociones que surgan, mayor
capacidad de concentración… parece mucho, pero si, es verdad.
Cómo empezar, solo respirando
conscientemente, contamos tres o cuatro inhalaciones, retenemos el aire
tres o cuatro segundos y soltamos el aire por la nariz lentamente
contando ocho o 10 segundos.