Unas líneas que escribe Joan Garriga sobre la vocación, que nos dicen
que a veces es bueno no saber y dejarse guiar, sin embargo no tener una misión
definida tiene sus bondades… nos da un sentido de ligereza:
“A algunas personas
les cuesta orientarse en momentos clave de la vida, les cuesta permanecer en el
no saber, esperar, saber no saber, aguardar la señal que indica el norte; y,
cuando saben, no siempre les resulta fácil poner toda la carne en el asador,
tomar la determinación debida, arriesgar y tensar el arco. En el ámbito de la
profesión y la vocación, hallamos que algunas personas tienen una clara
propensión hacia lo que las mueve, y lo reconocen claramente; no pueden hacer otra
cosa, a riesgo de sufrir. Están tocadas por una misión y un talento: la música,
la biología, el arte, la medicina, la construcción, la jardinería... Tales
personas cuentan con la ventaja de que no pueden hacer más que lo que
constituye su vocación, y si no lo hacen pagan un alto precio en frustración y
amargura. Otras, en cambio, no tienen una vocación definida ni una misión fija,
lo cual conlleva desventajas, pero también ventajas, como la de que pueden
hacer muchas cosas distintas, en un abanico flexible y plural, y no se sentirán
tan fácilmente frustradas (sólo perdidas o desorientadas a ratos). Sin embargo,
nunca sentirán con fuerza la bendición de ser arrastradas por ese movimiento
irresistible en el que parece que la vida toma las riendas hacia una inapelable
vía, y no queda otra que rendirse a ella y aceptarla. Quienes viven su vocación
y dejan de resistirse y se entregan a ella, lo viven como una bendición y un
servicio. Se sienten guiados. Y quienes no experimentan una vocación y una
misión definida pero asienten a ello, quizá no se sientan tan guiados, pero se
experimentan favorecidos, libres y ligeros.”
Joan Garriga
Del libro "La llave de la buena vida"