Observar es la clave para
entrar en el presente.
Observarlo todo, lo que
nos rodea, sentir los sonidos, distinguirlos, las miradas de las personas, los
colores y sobretodo observarse a uno mismo, las propias reacciones, los
pensamientos, las emociones. Quedarse en
silencio y sin juzgar sentir la emoción que
se siente.
La emoción siempre
viene acompañada de una sensación corporal.
Una mirada, un gesto en la boca, un tono de voz. El cuerpo muestra la emoción verdadera, la
emoción del alma y tal vez la mente trata de esconderla o reprimirla. Es haciendo contacto con el propio cuerpo
que podemos reconocer lo que sentimos y sentirlo.
Aunque que lo sepamos y a
conciencia queremos esconder, no se puede. Es posible engañar a otros pero no a
nosotros mismos. Esto también nos ayuda
a la comunicación con otros. Entender cómo
cuando el otro cierra los ojos es que hay algo que no está queriendo ver, o
cuando se pasa la mano por la cabeza tal vez se siente inseguro.
Observar sin juzgar nos
lleva a otro nivel de conciencia donde podemos acercarnos a la realidad
exterior de otra manera.
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